Nuevos horizontes terapéuticos de la toxina botulínica

Nuevos horizontes terapéuticos de la toxina botulínica

Actualidad Médica

La toxina botulínica se ha convertido en la estrella indiscutible de las consultas de medicina estética porque es la mejor herramienta para alisar la frente y los ojos, y conseguir un rostro descansado. El uso obligatorio de las mascarillas hace que los pacientes se preocupen, más que nunca, del tercio superior, la diana lógica de este producto.

Pero no ha sido la única. Han salido a la luz nuevas (y sorprendentes) aplicaciones en el terreno de la piel como el acné, la rosácea, las cicatrices queloides, la foliculitis, e incluso la pérdida de elasticidad del cutis, patologías cutáneas que se han acentuado durante el confinamiento. Estudios pioneros en 2018 presentaban ya su técnica botox bel, basada en las posibilidades de la toxina botulínica tipo A, infiltrada de forma más superficial y diluida, para regular la secreción sebácea y el acné. Ahora nuevos estudios clínicos confirman que las posibilidades del bótox se amplían a las otras patologías, convirtiéndolo en uno de los inyectables más polivalentes.

Acné

Estudios han demostrado que, empleando toxina botulínica en diferentes diluciones y con una técnica de infiltración similar a la mesoterapia o microbótox, este activo actúa sobre el sistema de la acetilcolina, que es el neurotransmisor implicado en la secreción de sebo resultando altamente eficaz como complemento en el tratamiento del acné.

Rosácea

Se está tratando la rosácea refractaria vascular y papulopustular con una inyección diluida (para que se distribuya y sedimente mejor en todas las regiones afectadas) de toxina botulínica, ya que según un análisis reciente realizado en India y publicado en el “Journal of the American Academy de dermatología”, se ha demostrado que alivia los síntomas vasculares persistentes. Una de las principales bases de la rosácea es la inflamación, y se ha descubierto que la toxina actúa sobre unas células llamadas mastocitos, evitando que liberen los agentes proinflamatorios. Se ha observado reducciones significativas en el edema, eritema, telangiectasia y enrojecimiento en la primera y segunda semanas de tratamiento. Y las lesiones papulopustulares restantes también demostraron una mejoría, y una reducción en el tamaño de poro a las 2 semanas.

Cicatrices queloides y foliculitis

Otra de las acciones de la toxina botulínica es tratar de forma efectiva la foliculitis (microquistes cutáneos) y las cicatrices queloides, pues ayuda a reorganizar las fibras. En el caso de la foliculitis, también entra en acción el efecto anti-inflamatorio y en el de las queloides, se ha comprobado que interviene en la transformación de los miofibroblastos en fibroblastos. Y los miofibroblastos son fibroblastos con capacidad retráctil que aparecen durante el proceso de cicatrización de una herida y que, si, tras la cicatrización, no recuperan su forma original (fibroblastos) se convierten en responsables de que se forme una cicatriz abultada. ¿Número de sesiones? En el caso de una cicatriz queloide, dependerá mucho del tamaño, pero entre 2 y 3 sesiones es lo más habitual y no suele necesitarse mantenimiento.

Piel más firme

La infiltración de forma superficial del bótox disminuye unas proteínas asociadas al envejecimiento de la piel (SA-Betagalactosidasa), aumenta la formación de colágenos 1 y 3, y reduce la formación de proteínas destructoras del colágeno (Mucometaloproteinasas 1 y 3). Además estimula la producción de colágeno y elastina, creando ese efecto buena cara, que se va incrementando con el transcurso de los meses. Suele ser necesaria una sola sesión, y repetir cada 6 meses aproximadamente como mantenimiento.

“Baby Bótox” preventivo

Un estudio de la SEME (Sociedad Española de Medicina Estética) asegura que el 31% de los usuarios de medicina estética tiene entre 25 y 38 años. Y entre estos jóvenes, el “bótox” es el rey. “Han crecido viendo a sus madres aplicándoselo, y les ponemos lo que llamamos “baby bótox” o “soft-ox”, que es preventivo porque permite educar el gesto, fruncir menos y por tanto minimizar las arrugas futuras”, explica el doctor Leo Cerrud. “Se aplica de una forma más suave, muy natural y no resta expresividad” asegura. La doctora Carmen Martín añade que “gran parte de la sociedad no entiende el uso del botox preventivo entre los jóvenes, pero no tiene nada de alarmante: con el tiempo esas pacientes necesitarán menor cantidad de inyecciones y por lo tanto conseguirán un resultado más natural, retrasando a su vez la aparición de arrugas. El botox no es adictivo como tal, lo que sí que es cierto es que quien lo prueba suele repetir por el hecho de verse mejor”. Sin embargo, el doctor José María Franco Góngora es más partidario de esperar hasta los 35-40 años. “No soy partidario de preconizar su uso con un fin preventivo para evitar su aparición temprana, hay que esperar a que las arrugas hayan hecho acto de presencia’’.

Fuente: abc.es

toxina botulínica
Entrada anterior
Lesiones verrucosas: Diagnóstico y tratamiento
Entrada siguiente
Obesidad: el reto de la medicina estética y la medicina cardiovascular